miércoles, 2 de febrero de 2011

Correspondencia

En su corazón ya habían curado las heridas que Raquel provocó en ella tiempo atrás; pensó que aquel tormentoso capítulo que la mantuvo en un estado de pánico permanente ya había concluido; pensó haberse liberado de aquella opresión que sacudía sus días. Y esa esperanza teñida de verde comenzó a debilitarse y a mancharse de un triste color gris.

Carta de Raquel I

Querida Bruna:

Aquí, en este espacio lento y medroso, de mesas de luz con pastillas y vasos de agua fresca, te espero todas las tardes a las 3:55 junto a la inmensa ventana de mi tristemente blanquecina habitación. En una caja he conservado pequeños objetos que me ayudan a tenerte conmigo a cada instante. Un cabello dorado que antes de partir dejaste caer en mis manos; esa fotografía que estás junto al cuadro que tanto adorabas en tu infancia; también una cuchara que tomé de tu casa una tarde antes de ir a tomar mates en aquél parque, en donde ahora estarás feliz jugando con él, deslizándote alegremente por el verde césped como dos niños, compartiendo esas miradas que piden y entregan amor, que no necesitan palabras para trasmitir las pequeñas emociones que alguna vez supimos compartir.

Seguramente le habrás dicho ya que lo amas, tal como una mañana me lo dijiste a mí; lo habrás abrazado por la espalda mientras prepara una taza de té y lo habrás detenido en la puerta antes de despedirlo solo para darle ese último beso intenso que no puedes guardarte para el día siguiente.

Todo eso que alguna vez fue mío ahora le pertenece; él se robó mi lucidez, mis fuerzas, mis ganas, mis proyectos y mis sueños a tu lado. Se robó mi vida.

Solo imaginar lo que ahora vives con él y más ya no conmigo me acerca a esa crisis demoledora en la que paso mis días, que me hace sentir que ya no habrá mañana para mí.

Lo único que me ayuda a alejarme de estos pensamientos que me atormentan y nunca me abandonan, es la idea de verte llegar por el jardín que los sucios vidrios de mi ventana apenas me dejan ver. Siento que todavía hay algo de mí en vos, que nos une eternamente y que te llevará una tarde a venir a buscarme y abrazarme y ya nunca más separarnos. Quiero imaginar eso…

Y yo que te amo me rendiría ante tus ojos, rogándote solo un beso más, uno de esos que aún dibujo en mi boca; uno que consuma mis últimas fuerzas y me traiga quizás un gramo de lucidez.

2 de enero del 2008

jueves, 13 de marzo de 2008

“Mañana Gris”

Una mañana matizada de un suave color gris envuelve la escena que divaga por mi mente. Un aguacero persistente moja las calles de la ciudad. Bruna despierta bruscamente, el timbre de su casa irrumpió su sueño. De repente una fría brisa hace temblar su cuerpo. Con sus hombros un tanto encogidos, con sus manos frotando sus brazos va hacia la puerta, era el empleado del correo, que llegó a verlo cuando ya había marchado en su bicicleta. Al entrar, baja su mirada y ve junto al umbral un sobre, insólita correspondencia que llevaba impreso el sello postal mexicano.

El recuerdo de una mujer cruzó de repente por la mente de Bruna. Su rostro empalideció. Temía que sea verdad lo que sus pensamientos le traían en ese instante. Esa sombría figura de hielo hinchaba poderosamente su corazón.

Quiso engañarse imaginando que aquella carta podría venir de Simón que se encontraba desde hacía unos meses disfrutando de las playas mexicanas. Pero no. De pronto aquel vago deseo que calmaba su ánimo se borró por completo, la imagen abrumadora de aquel primer instante se apoderó de él.

Titubeando y con sospecha leyó el nombre del remitente. Si, se trataba de Raquel, la misma muchacha que sus pensamientos presintieron.

Quedó absorta, sentada en el pequeño sillón del hall, con sus ojos perdidos entre medio de letras y más letras…

Todavía vestía ropa de dormir; tenía puesto un camisón de seda negra.

Goût sexuel

Me gustan los hombres guapos con aire de galán, que muestren una imagen de machos seductores, que sepan atenderme carnalmente y afectivamente.
Esas modalidades sexuales que infringen la heterosexualidad, tan vigentes en la actualidad, no las llego a comprender; me parecen una degeneración que están fuera de las reglas de la naturaleza, del ciclo natural biológico.
Encuentros lésbicos y bisexuales, relaciones entre hombres, hombres vestidos de mujer, mujeres con penes de juguetes para complacer a sus hembras, entre otras perversiones.
¿Para qué complicarse la existencia? La naturaleza es tan simple, bella, sabia y perfectamente perfecta que transgredirla es embrollarse en historias que no creo lleguen a tener un futuro feliz, solo podrá haber algo de estabilidad emocional por corto plazo, ya que en ese enredo sexual no hay complementariedad. No. La naturaleza es tan simple, bella, sabia y perfectamente perfecta que para lograr esa complementariedad ha creado un macho y una hembra, dos polos opuestos, tanto fisonómicamente como emocionalmente, maneras diferentes de sentir y de reaccionar ante una situación similar lo cual induce a una atracción que surge de las entrañas más profundas de nuestro ser.
El sexo. Si, tener un maravilloso encuentro sexual como la naturaleza nos lo propuso es la mejor elección: que el macho ingrese su pene ardiente en la vagina palpitante y mojada de la hembra. Complementariedad absoluta y perfecta.




A pesar de mis preferencias y puntos de vistas tan estrechos con respecto a la variedad de elección en el plano afectivo-sexual, respeto cualquier modo de vida menos atado a mis convenciones sexuales.

Sally Bowles.

lunes, 3 de marzo de 2008

Amélie

Amélie es una de las prostitutas más barata del prostíbulo, su aspecto físico es bastante deplorable, y aún más en estos últimos meses que subió unos cuantos kilos. Su rostro muestra dureza ocultando mucho temor y soledad. Su postura, sus hombros un tanto encogidos transmiten esa falta de cariño que tuvo desde cuando era apenas una chiquilla.
En su caminar deja un vago olor a cebolla. Es que pasa días y días sin bañarse. La depresión la tiró por el suelo, y su temperamento altanero y arrogante impide penetrar en ella y poder brindarle ayuda.
Amélie optó por prestar sus servicios a hombres maduros, ya que los muchachos de su edad no están dentro de sus gustos. Sí, ella eligió vivir de su cuerpo. A los 16 años comenzó en esta profesión, y ya en sus 25 años es toda una experta.
Siempre le gustó provocar e insinuar; vestía desde niña polleras muy cortas y salía a presumir a los vecinos de su cuadra. Además, vale decir, que ya desde esa edad tuvo un cuerpo bastante voluptuoso y aparentaba ser una verdadera mujer. Con los años y por la vida nocturna que lleva se fue deteriorando y engordando y a sus 25 años parece una penosa cuarentona.
El dueño del prostíbulo es su tío, Moreau es su nombre. Desde pequeña vive junto a él y a su hermana Francisca; en vagas oportunidades se encuentran con su padre que convive con otra mujer por cerca de aquel deleznable local; su madre la abandonó a los 5 años para ir a vivir con otro hombre. Desde esa edad no se vieron otra vez.
Moreau la encaminó en esta profesión. Su primera relación sexual fue cuando cumplió sus 15 años con el mismo.
Esto sucedió aquel día en el baño de su casa mientras Amélie se bañaba. Ella siempre lo hacía tensa, queriendo ocultar su cuerpo, con temor y pudor, ya que notaba que su tío la observaba detrás de la puerta del baño que se encontraba algo rota. Y una siesta de verano, mientras la mujer de Moreau dormía, este vil hombre entró y envolvió a Amélie por sus espaldas, tapó su boca para que no chillara y la cogió con todas las ganas que guardaba desde hacía tiempo. Besó los senos de la niña. La siguió cogiendo. La obligó a golpes que chupara su pene. Ella gritaba, lloraba, estaba envuelta en miedos. Su tía seguía durmiendo. Su hermana cubría su cuerpo con las sábanas, tapaba sus oídos, cerraba fuertemente sus ojos, atemorizada por la situación.
Este episodio de sometimiento y violación marcó la vida de Amélie en sus años posteriores.


Cuando su tío un año después decidió convertir un sector de su casa en un local de prostitución, Amélie se encargaba de recibir junto a él a los hombres que comenzaron a asistir al lugar. Su manera sensual de vestir atraía a los mismos, eso a ella le gustaba y le causaba simpatía. Al poco tiempo dejó de ser la recepcionista para convertirse en una de las prostitutas más caras del local. Su carne joven, su rostro reluciente y fresco era de suma atracción para los que frecuentaban el “Prostíbulo Moreau”.


viernes, 22 de febrero de 2008

Camino a “Moreau”

Bruna acompaña a Amélie al local en donde ella trabaja desde hace varios años; este se encuentra a pocas cuadras de “Le Chat Noir”.
En el camino las acaricia una delicada lluvia que humedece la melancólica noche de otoño iluminada por faroles que irradian una luz anaranjada un tanto desteñida. Bruna le comenta a su amiga del viaje a París que Ludovico le propuso realizar para el mes de enero. La muchacha se encuentra absorta con la idea de visitar otra vez esa ciudad. Tantos recuerdos le remueven en su cabeza volver allí…

Llegan al local de Moreau. A las 4 de la madrugada Amélie comienza su turno. Como el dueño y encargado del local es su tío, siempre le perdona unos minutos de tardanza.

Bruna toma un taxi y regresa a su casa. La noche continúa algo lluviosa.


martes, 22 de enero de 2008

Una noche en “Le Chat Noir”

Si. Ella es Bruna. Aquella muchacha que frecuenta este salón en compañía de Amélie todos los miércoles por la noche para endulzar sus oídos con los sonidos del cuarteto de jazz que da su espectáculo en esos días. Deleita sus sentidos con las sensuales melodías del saxofón, uno de sus instrumentos favoritos, mientras tanto acompaña ese momento con una copa de vino y algunas charlas junto a su amiga. Bruna ama ir a conciertos de jazz y blues, sus dos estilos musicales predilectos, aunque también gusta escuchar tango, y estilos variados dentro del género del rock&roll.
En aquel rincón, en el fondo de la sala de “Le Chat Noir”, allí se encuentran. Bruna está verdaderamente guapa esta noche, se había puesto un vestido abullonado de terciopelo color azul oscuro que le llega hasta por arriba de las rodillas haciendo notar su contorneada figura y sus esbeltas piernas. Su estilo de vestir es bastante excéntrico y heterogéneo; muchas miradas se vuelven ante ella en su caminar y más aún en esta ciudad en donde tener un estilo muy personal fuera del estándar establecido es algo raro y extremadamente notorio.
Por debajo de su espeso flequillo resalta el brillo de sus ojos verdes. Emana un delicioso aroma a perfume francés, obsequio de su amigo Ludovico que vive hace unos meses en París por cuestiones de trabajo.

Son las 4 de la madrugada. La sala ya está en penumbras. La única mesa que continúa ocupada es la de ellas. Levantan sus abrigos y se dirigen hacia la puerta de salida.


jueves, 17 de enero de 2008

Café-Concert “Du Cercle”

Bruna teme obsesionarse con aquel joven que vio aparecer de repente una noche fría de invierno del mes de julio. Sí. Es ese chico de “raros peinados nuevos” al que quiere conocer. Y noto que le resulta inquietante esta situación de no poder acercarse a él.

Es un muchacho de apariencia un poco extraña, pero algo atractivo. Bueno, convengamos que mis gustos son bastante estándares en términos de belleza. La onda medio punk no es mi punto débil. Pero a él le sienta bien ese peinadito un poco excéntrico que lleva como melena. Y a Bruna lo raro y fuera de lo común le deja con sus ojos desorbitados. Pero siento que este bohemio artista le conmovió en términos más subjetivos, diferentes a otros amoríos que impactaron su atención anteriormente.


Bar- Café “Du Cercle”
Viernes por la noche, un tanto fría. Llega Bruna junto a su íntima amiga al Bar-café “Du Cercle”, al cual era la primera vez que asistían. A Bruna le hizo recordar ese lugar a las cafeterías parisinas “Le café de Amélie Poulain"; París es una de las ciudades que conoció en su viaje a Europa, con la cual quedó fascinada.

Iluminación cálida, obras de arte cubrían las paredes de aquel bar, muchos jóvenes con un estilo un tanto anormal para mi gusto, alegría, buena música, conformaban la escena de aquella noche.

Fue allí cuando lo vio.
Mientras tomaba una copa de vino él la observaba. Su mirada le perturbaba. Es que a Bruna no le gusta que la miren, y mucho menos en aquel tiempo, en el cual odiaba estar frente a un espejo. Su cara le incomodaba. La expresión de la misma: dura, seria, pálida, sus ojos sin brillo. Fea, fea, asi se veía. Visiones un tanto distorsionadas, ya que solo divagan en sus pensamientos autodestructivos, porque Bruna es una muchacha con una belleza fuera de lo común, rasgos europeos como los de aquellas jóvenes de alguna película italiana o francesa que vimos alguna vez.
Y en esa noche fue cuando aquel muchacho la miró fijamente con deseos de introducirse en ella. Tanta fuerza y seguridad en su mirada intimidó a Bruna.

La semana siguiente volvió a aquel bar-café. Le agradó el ambiente de ese lugar perdido en la oscuridad de la noche, lejos de la movida nocturna de la ciudad, lo cual era algo que también llamaba la atención a Bruna, ya que sus gustos a veces no se asemejan a los una chica común, por llamarlo de alguna forma; esa melancolía que derrama su rostro, la sensualidad que emana en su caminar, su mirada algo extraña refleja pensamientos que producen intriga y deseos de acercarse a ella.

En esa noche el muchacho “de raros peinados nuevos” fijó nuevamente su mirada penetrante en Bruna, intimidándola, por lo cual, la chiquilla dio vuelta su rostro para evitar perturbar su cabeza con pensamientos de fealdad y de querer esconderse en el pozo más oscuro en donde nadie pueda verla.

- “Ésta noche sentí nuevamente tus ojos sobre mí. Me fastidiabas demasiado. Sí. Es que llegué algo tarde porque no quería salir de casa, odiaba mis ojos, mi boca, mi nariz...
Y tú, filmabas mi cara…”.Recordaba Bruna en su diario íntimo aquella noche cuando volvió a su casa un tanto desconcertada por lo que aquel joven provocó en ella.

Es que Bruna con sus pensamientos autodestructivos, su baja autoestima llegó a tal punto de no salir de su casa casi un año entero, su único recorrido era de casa a la facultad, de la facultad a casa. Por un tiempo logró vencer ese trauma y gozaba de su cuerpo sin opresiones de pensamientos, pero hacía ya desde varios meses que volvió a acomplejarse con su imagen. Por ello le resultó tan incómodo que aquel muchacho filmara su rostro odiado por ella.

Pero en algún momento, la chiquilla levantó sus pupilas, y dejó notar sus atractivos ojos verdes. Le causó intriga conocer el rostro de aquella persona que tan inoportuna le caía. Por ello lo miró. Y él a ella. Algo muy especial incorporó Bruna de aquella imagen un tanto penetrante, sintió sumergir en su cuerpo inmaterial caricias y deseos de conocerla. La mirada de aquel joven quedó desorbitada al contemplar la belleza un tanto insólita que cubría el rostro de Bruna.

Fueron unos segundos que llegaron a complementarse, a desearse, a hallarse, a imaginarse una historia juntos.

Quiso verlo nuevamente. Pero no lo hizo. Esquivaba cruzar miradas. Sintió que si seguía sus ojos, se acercaría. Y en ese tiempo no quería tenerlo a su lado. No. No pretendía conocer a nadie. Desde hacía ya varios meses atrás que se encontraba un tanto aislada de la gente.

“Y tus ojos buscaron los míos para acercarse en aquel momento muy inoportuno para mí…
Y te miré. Y me miraste. Y significaste. Y me gustó…
Inventé una historia. Y esa historia me gusta.
Me sumergí en tu figura inquietante. Lentamente sentí recorrer tu mirada a lo largo de mi cuerpo. Fue extraño. Tuve la impresión de que me iluminabas por dentro.
Te recuerdo sentado en aquella silla, deseando saber quien soy…y desistí que conocieras algún fragmento de mí.



Actualmente siento menos antipatía con mis ojos,

con mi nariz,

con mi boca... Y puedo mirarte.


Pero ahora tú me esquivas.


Y vuelvo a transitar el mismo círculo de siempre, no logro salir de él.
Atracción en polos opuestos. Tú en invierno. Yo en verano.
Historias que no logran tener un inicio. Y mucho menos un fin.




Si. Soy yo. Ella misma.
Bruna es mi nombre."